Quisiera que me recuerden
sin llorar ni lamentarse.
Quisiera
que me recuerden
por haber hecho caminos
por haber marcado un rumbo
porque
emocioné su alma
porque se sintieron queridos
protegidos y ayudados
porque nunca los dejé solos
porque
interpreté sus ansias
porque canalicé su amor.
Quisiera que me recuerden
junto
a la risa de los felices
la seguridad de los justos
el sufrimiento de los
humildes.
Quisiera que me recuerden
con piedad por mis errores
con comprensión
por mis debilidades
con cariño por mis virtudes.
Si no es así, prefiero el
olvido
que será el más duro castigo
por no cumplir mi deber de hombre.
Poesía del obrero correntino, residente en La Plata, Joaquín Areta, quien fue secuestrado, torturado, asesinado y desaparecido en la ESMA, en 1978, cuando tenía 22 años y un hijo recién nacido.
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