Con las regulaciones de las distintas gestiones educativas de la dictadura
buscaron la internalización de patrones de conducta que
aseguraran la continuidad de los valores tradicionalistas, y que
evitaran la eclosión del conflicto en las instituciones. Para
ello, se
produjeron entre 1977 y 1981 distintas intervenciones en el
currículum escolar de los niveles primario, secundario y de la formación
docente. Estas
intervenciones más centradas en el control ideológico que en la
promoción de cierto orden de aprendizajes, tuvieron por resultado
un vaciamiento de contenidos educativos socialmente significativos. Una marca
particular en el plano curricular fue la de evitar la
participación
de los actores educativos en la definición del currículum.
Los maestros y profesores no debían intervenir en la enunciación
de objetivos y contenidos, sino dedicarse exclusivamente
a la formulación de actividades de enseñanza, su
ejecución
y evaluación. El
currículum de los distintos niveles y modalidades fue
reorientado en función de una concepción esencialista de los valores,
una imagen excluyente de la familia, y un giro hacia elnacionalismo fundado en
la idea de la defensa nacional. Asimismo,
el concepto de democracia dejó de ser mencionado en los distintos documentos
curriculares. La formación del ciudadano se definía en términos de obediencia y
subordinación, eliminándose toda referencia a las nociones de participación y compromiso. En este
sentido, una de las modificaciones más notables que experimentó el currículum
de la educación secundaria fue el reemplazo de la materia Estudios de la
Realidad Social Argentina (ERSA) por Formación Moral y Cívica. En general, se
produjo una descontextualización de los contenidos curriculares,
desligándolos de las condiciones
socio-históricas. Así, las modificaciones del currículum implicaron una pérdida
de significatividad, y un vaciamiento de contenidos, que tuvo consecuencias en
el largo plazo en un deterioro de la calidad educativa.
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